El lactante con llanto e irritabilidad en los primeros tres meses de vida representa una de las consultas más frecuentes en el consultorio de un pediatra general.
El llanto es una señal de gran importancia en el recién nacido y el lactante que no logran verbalizar sus necesidades, por lo tanto es su recurso de comunicación y supervivencia y debe ser oportunamente atendido e interpretado. El llanto intenso se considera una señal de relevancia que requiere atención oportuna y cubrir las necesidades del bebe.
Este comportamiento emerge de una compleja interacción de factores culturales, psicosociales, ambientales y biológicos, donde la enfermedad orgánica representa un 5% de los casos en atención primaria y un 10% de casos que deben ser valorados por un especialista con la finalidad de descartar enfermedad grave (1).
La alteración del ritmo circadiano, la inmadurez del sistema nervioso central y la alteración de la microbiota intestinal son algunos de los mecanismos descritos para este problema. Aunque comúnmente es benigno, el llanto puede ser la única manifestación clínica de muchas enfermedades subyacentes graves.
Para evaluar el llanto del bebe se debe realizar un interrogatorio completo en cuanto al tiempo de inicio, evolución y a que se asocian los eventos de llanto inconsolable. A medida que pasan los días en casa los padres van conociendo el llanto de su bebé, se deben tener en cuenta el cambio de tono del llanto, aumento en el tiempo o llanto constante y persistente que cambia de patrón (3, 1).
Los bebés lloran por una variedad de razones que pueden ir desde simples como hambre, dolor o necesidad de atención hasta llanto por enfermedades graves que amenazan la vida. Si los padres o los cuidadores perciben que la duración y la frecuencia del llanto son excesivas, se convierte en un motivo de preocupación. Condición que genera preocupación en los padres y ansiedad, lo cual puede conducir a destete prematuro y al uso excesivo de sedantes o medicamentos para aliviar el dolor.
Por lo tanto, es esencial que todo médico que atienda a un bebé que llora o que esté irritable pueda diferenciar las causas orgánicas graves, al del llanto de los «cólicos» o el llanto benigno en bebés sanos.
El cólico del lactante, también definido en la literatura como paroxismos de llanto o Síndrome de llanto excesivo, se ha descrito en alrededor del 3 al 28% de los bebés con una distribución equitativa en niños y niñas. Puede iniciar a los 15 días de vida y alcanzar su punto máximo hasta los 3-4 meses (4).
Se ha descrito el cólico del lactante como los episodios de llanto del bebé que duran más de 3 horas por día, más de 3 días por semana en cualquier semana y, por lo menos, durante 3 meses. Modificaciones recientes incluyen lo siguiente:
El cólico infantil vespertino generalmente inicia en la tercera semana de vida en un niño amamantado, puede estar asociado a la transición de la leche materna a una leche madura, puede estar asociado a una necesidad de ser amamantado constantemente pero periodos muy cortos.
El llanto de un bebe con cólico del lactante puede estar asociado con los puños cerrados, el abdomen apretado, la espalda arqueada y las muecas. A diferencia de los bebés normales, el llanto por cólico una vez iniciado es difícil de resolver.
El cólico del lactante es una condición que en el 95% de los pacientes resuelve hacia el 3ro o 4to mes de vida, la alimentación con leche materna se ha relacionado con menos eventos de cólicos del lactante, así que no se debe suspender la leche materna, se deben evitar cambios en los esquemas de alimentación del lactante, como el paso de la leche materna a la fórmula infantil, así como de la fórmula habitual a diferentes marcas o fuentes, como la leche de soja o las fórmulas hidrolizadas, sin una base clínica justificada (5).
El niño usualmente gana peso de manera adecuada, si esta no sucede se debe considerar una señal de riesgo de estar asociado a una enfermedad que requiera intervención adicional
Cuando un lactante tiene intolerancia a la lactosa o alergia a la leche de vaca, además del llanto, el lactante también presentará otras manifestaciones clínicas.
Es de vital importancia brindar apoyo y tranquilidad a la familia, brindando información sobre la condición benigna y su historia natural, en la que el 95% de los casos son autolimitados y solo el 5% tienen causas primarias. Suministrar información sobre el patrón normal de llanto y los mecanismos de autorregulación del bebé ayudan a comprender el problema, así como las medidas preventivas necesarias contra el síndrome del bebé sacudido y el maltrato(6).
Calmar al niño es una de las estrategias angulares en el manejo del cólico del lactante, cargarlo los brazos de los padres, o en decúbito prono, con un paño tibio o tocando el abdomen con las manos tibias y masajeando el abdomen, son procedimientos que muestran alguna evidencia de mejoría del llanto. De manera similar, el uso de la higiene del sueño y el establecimiento de una rutina, organizando el día del bebé y de los padres, demostró ser efectivo para reducir el llanto en un 42% (5).
Evitar siempre la administración de aguas, te, infusiones de hierbas al bebé, ya que no tiene evidencia de mejoría y pueden condicionar muchos efectos adversos. Los probióticos han reportado evidencia en la mejoría del llanto, administrados por dos a tres semanas, sin embargo, lo ideal es evitar la administración de fármacos al bebé. En este mismo sentido, debe evitarse el suministro de medicamentos como el “espasmosiligás”.
El reflujo gastroesofágico (RGE) se define como el paso del contenido gástrico al esófago. Este evento fisiológico normal puede ser asociado con regurgitación sin esfuerzo (es decir, la expulsión de contenido esofágico proximal a la faringe), que afecta al 40% de bebés (7).
Por lo general tiene su inicio antes de las 8 semanas de vida, con el 90% de los lactantes afectado, experimentando la resolución de las regurgitación después del año de edad. El diagnóstico de RGE en bebés se basa casi exclusivamente en la historia clínica y los hallazgos del examen.
Ciertos subgrupos de lactantes, incluidos aquellos con antecedentes de prematurez, deterioro neurológico, atresia esofágica reparada, hernia diafragmática reparada y fibrosis quística, están más predispuestos a desarrollar RGE (8).
Si el niño vomita todas las tomas de alimentación y no gana peso en los seguimientos de controles de crecimiento, se debe tomar como una señal de alarma.
Se determina que existe una enfermedad por reflujo gastroesofágico, cuando hay compromiso del desarrollo pondoestatural, asociado a eventos eméticos recurrentes. Es decir, el paciente no crece y no gana peso, lo cual también a mediano y largo plazo puede comprometer su neurodesarrollo.
Si el niño presenta banderas rojas o signos de alarma, si vomita todo lo que come y no gana peso.
Banderas rojas que indican una enfermedad
Los niños con «bandera roja» requieren atención inmediata, ya que el diagnóstico subyacente puede poner en peligro la vida.
Evalué: ¿Qué tipo de leche consume el bebé?, en la casa hay alimentos para todos?
¿Cómo manejarlo?: Enseñe a la madre técnicas de lactancia materna, posiciones para extracción de gases, no acostar al bebe inmediatamente se alimenta.
Es determinante establecer el riesgo social o riesgo de maltrato al bebé o lactante, ya sea por desesperación del cuidador o por que la mamá esté cursando con una depresión post parto, para esto se debe evaluar la condición social y emocional de los cuidadores de los bebés.
Pregunte a la madre y/o cuidador si el bebé se está alimentando, cuál es su patrón de alimentación (horarios y volumen), qué tipo de alimentación recibe. Indague cómo está durmiendo el bebé, cuánto tiempo y en qué posición lo hace; así, como los medicamentos administrados.
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